Cuando no se tiene esa habilidad de escritor de alto calibre que construye textos a través de figuras literarias, hay que conformarse con eso de aprovechar las palabras de los otros. No seré yo la más literata de México, pero, en esta ocasión, sí me acuerdo de las palabras adecuadas.
“Y sí, también tendrá su tiempo
El preguntar “¿Si me atreviera?” y “¿Si me atreviera?”;
Tiempo para volverme y bajar la escalera
(…)
¿Y si me atreviera
A perturbar el universo?
En un minuto hay tiempo
Para decisiones y revisiones que revierte un momento.”
T. S. Eliot, La canción de amor de J. Alfred Prufrock, traducción de Helena (mi literata pro de cabecera)
Así como J. Alfred Prufrock se la pasa un poema entero como que queriendo pero como que mordiéndose el rebozo hasta que por fin deja de morderse el rebozo y toma esa decisión de un minuto que tal vez fue revertida por otro minuto, #yosoy132 está logrando que el Zeitgeist mexa2012 pase de millones de quejas por la jodidez del panorama al momento en que se deja de morder el rebozo.
No soy quién para manifestarme en representación de los 131 y de todos los hoy sienten el llamado (de eso escribirá mañana Mauricio Meschoulam, catedrático de la UIA que ya ha entrevistado a alrededor de 40 jóvenes sobre sus perspectivas de #yosoy132, que ha sido Trending Topic en Twitter de alguna forma durante seis días ya). Dejen lo no investigadora social; ni siquiera he sondeado a mi círculo inmediato.
Me atrevo a escribir este post porque, ahora que llego a mis últimos días de estudios de licenciatura en la Facultad de Filosofía y Letras en Ciudad Universitaria (sí; soy del 22% que acaba, del 26% de jóvenes inscritos en Educación Superior, si no mal recuerdo), me doy cuenta de que mis cuatro años de estudios pueden ser resumidos en una, y sólo una, enseñanza: perdemos mucho más de lo que ganamos cada vez que vemos blancos y negros, en vez de muchos grises.
Listo. Gracias a todos los contribuyentes de los $100,000 que me costó aprender esa lección.
Aunque creo firmemente que alguien tiene que hacer un video así para meterle a todos la idea de que las cosas son más complejas de lo que parecen (la ironía es lo mío, ¿verdad?), así como un imperativo categórico para el siglo XXI, me parece que es un tema importantísimo que no está siendo tocado en el discurso sobre #yosoy132.
(Foto de Alfredo Narváez: Si la Revolución no será televisada será porque… #yosoy132. Distrito Federal, 23 de mayo de 2012)
Hasta donde me cuentan mis amigos expertos de polakas (no sólo de CU, eh? Ser chavos Colmex no les quita lo grillero, amiguis), nadie ha encontrado el hilo negro de los movimientos sociales… pero eso no quita que sea crucial que, lo suficientemente temprano, alguien proponga/surja/se dé una manera de que las voluntades confluyan, grupos grandes entren en sintonía y se lleve a cabo acciones que tengan grandes consecuencias. Y es por eso que me alegra que esta explosión llamada #yosoy132 se haya dado en el corazón de la Universidad Iberoamericana, madre de la diseminación de ideas de comunicación sin las que, en mi opinión, esto no habría trascendido del rato amargo para el equipo del Sr. Peña Nieto. Las respuestas a Televisa y a Coldwell, el video de los 131, permitieron que se diera una unión que despertaría a la bestia durmiente del activismo estudiantil.
A menos de 50 días de las elecciones, este movimiento se ha cocido durante un par de semanas, y ha comenzado a llegar a sectores que no son usuarios directos de Twitter. A personas que dependen de quienes callan sobre #yosoy132 para enterarse de lo que pasa en el mundo. Flotan las fotografías de mujeres mayores apoyando el movimiento en Guadalajara, los testimonios de no tuiteros. Por primera vez en la contienda (y en muchas contiendas, alrededor del mundo, pues concuerdo con Morozov en esto), las redes sociales sí tienen la posibilidad de cambiar las reglas del juego democrático al que estamos acostumbrados.
(Foto de Sol Hernández: Señoras apoyando desde sus casas. Guadalajara, 23 de mayo de 2012)
O sea, para los escépticos (y podemos aceptar que el mexicano será optimista para el futbol, pero nunca para la política): esto ya no es un pequeño experimento social. Se pudo excusar en un momento que nuestro hastío ante el panorama político del país no nos dejaba pensar sobre fines más allá de mentadas a Televisa y a El Copetes. Pero en un país donde se han vivido eventos como los de 1968, donde hay un conflicto armado (nos guste o no) en el que han muerto decenas de miles de personas, en el que por primera vez en muchos años la gente tiene esperanza de algo… Es hora de tomar las cosas en serio.
Y yo no creo que, en 2012, el llamado ‘estudiantil’ haga justicia a la complejidad del panorama ni siquiera para todos los mexicanos, sino sólo para los jóvenes, en el país. México no es un país de universitarios. Los universitarios somos una parte (pequeña, por cierto) de la juventud en México; no podemos adueñarnos de la categoría sin más. También están los jóvenes que trabajan; los jóvenes que ni estudian ni trabajan; los jóvenes que ni estudian ni trabajan, pero sí delinquen; los jóvenes que están en situaciones de marginación tal que ni en estas categorías entran.
Un tema transversal en este movimiento hasta ahora es la búsqueda de la inclusión de voces no gubernamentales, no mediáticas. Los estudiantes tienen voz también, y ya no les da miedo alzarla. ¿Pero cómo podemos esperar que todos los jóvenes puedan hacerlo si basamos el movimiento en esta categoría elitista (26%, señores) que nos dan los estudios superiores? (No, no he visto menciones de representantes de preparatorias no-UNAM en los eventos hasta ahora).
¿Cómo podemos esperar que los no-jóvenes, no-estudiantes, cuyos corazones también laten estos días, puedan unirse al movimiento si esto es cuestión precisamente de jóvenes estudiantes?
(Foto de Alfredo Narváez: Los rucos también somos 132. Distrito Federal, 23 de mayo de 2012)
Hay veces que el “nadie les prohíbe estar ahí” es suficiente, pero ése no es el caso cuando se está construyendo la cuna de un movimiento social. Cuando es hora de atreverse a perturbar el universo, no es suficiente con decir que no hay barreras; hay que asegurarse de que todos se sientan convocados.
Y si no me creen, pregúntenle al señor Prufrock cómo es que terminó revolcándose (ejem) en los aposentos de las sirenas ‘hasta que las voces humanas nos despierten, y entonces nos ahoguemos’. Poder de convocatoria, chavos.