(En enero de 2011, y gracias al concurso Jóvenes periodistas del CICR, tuve la fortuna de visitar la misión del CICR en Filipinas para reportar sobre la situación de los jóvenes. Este post es parte de una serie que escribí sobre esta visita. Da click aquí para ver el resto de los posts.)
Soy muy mala para tomar decisiones. Soy de las que siempre pide más tiempo en el restaurante aunque sea para pedir sólo una bebida. Me quedo pasmada en silencio en el pasillo de los quesos cuando trato de escoger el producto extraño de la semana.
Mi toma de decisiones es lenta. No es buena, no es mala… Es lenta.
Pero el viernes 4 de febrero de 2011, alrededor de la 1 PM PHT, supe inmediatamente que ése era el momento. En un viaje lleno de aprendizaje, hubo un momento que podría escoger fácilmente si sólo pudiera recordar quince minutos del viaje entero.
Si fuera una periodista, no descansaría antes de que una nota sobre esta historia fuera publicada por un periódico importante. Pero sólo soy un ser humano más con acceso a Internet, así que voy a bloggear sobre el asunto con la esperanza de poder hacerlo justamente.
La mujer en esta foto es mucho más joven que mi madre; un poco más vieja que mi pareja. Es una madre de dos, la esposa de un hombre que está en prisión por el conflicto, y una trabajadora. También vive en la pobreza, y es una agradecida beneficiaria de un programa del CICR que le permite visitar a su esposo en prisión (pues ambos se encuentran en diferentes partes del país). Pueden encontrar todos esos detalles importantes en mi artículo.
Esa tarde de viernes yo me encontraba en lo que en inglés llamo “optimism high”. ¿”Viaje de optimismo”? Había ido a un foro con adolescentes súper chidos que están trabajando para eliminar el conflicto en Mindanao, dirigiendo proyectos grandísimos desde los 16 años. Apenas habíamos llegado a Cotabato City para hablar con la verdaderamente honorable Bai Fatima y dos beneficiarias del programa de visita de familia. No hablaban inglés, así que la extraordinaria trabajadora del CICR que me acompañó durante mi estancia interpretó todo para que yo pudiera entender.
¿Saben? La neta, México no es un episodio de Friends. He visto la pobreza. He visto cómo desastres naturales desgarran a pueblos enteros. He visto las injusticias perpetradas contra muchos que se atrevieron a hablar, contra muchos que no hablan español. Todos los días, las teorías morales que almaceno en la mente se desmoronan cuando veo que se me olvidó traer manzanas para compartir, y que hay un grupo de niños de la calle pidiendo dinero. Mi existencia ha sido protegida, pero no tan protegida.
Pero, sentada en ese cuarto, a más de 30ºC de temperatura en el húmedo Mindanao, sentí frío.
Su historia, en mis y sus ojos (porque les puedo asegurar que éste no es un caso de poverty porn), es una historia de dolor y dificultades.
La extraordinaria trabajadora del CICR y yo preguntamos la mayoría de las preguntas. Bai Fatima, quien la conocía personalmente, agregó una pregunta o dos, y sus reacciones de sorpresa. Con un propio método periodístico, grabamos todo lo que se dijo ese día. Y, desde que acabé de escribir mi artículo, no me he podido convencer de escuchar lo que grabé.
Nos contó las razones para la detención de su esposo, sobre el proceso legal actual, sobre su contacto con él. Cada vez que veo mi odiado ladrillo Nokia, recuerdo cuánto un artefacto como ése ha mejorado las cosas para esta mujer y su esposo.
Todo este relato incluyó detalles técnicos esperados, dado el tipo de entrevista que era, y para los cuales ya me había preparado mentalmente. Pero luego hubo asuntos para los cuales no estaba preparada, y para los cuales no habría podido estar preparada, en mi opinión.
Nos contó, por una pregunta que le hicimos, acerca de su sueldo. Nos dijo que horas, si no es que días, de trabajo le pagan menos de 5 pesos mexicanos (50 centavos de USD). Y, meses después de este día, todavía no encuentro una manera de describir lo que sentí justo ahí, sentada en un cuarto con alguien que podía comer durante seis meses con lo que yo llevaba en el bolsillo.
¿Cómo pueden ver los trabajadores humanitarios ver esto y seguir viviendo en paz con sus mentes? A mí se me fue el minuto de la entrevista que le siguió a esta confesión (gracias grabadora) en lo que traté de darle sentido a todos los dilemas que me vinieron a la mente. ¿Podía darle el dinero? ¿O es peor, moralmente hablando, hacerlo? ¿O acaso no debería avergonzarme por hacer que el asunto fuera sobre mí y no sobre ella?
Eso es lo que pasó, creo. Dejó de ser sólo su historia. No pude seguir escuchando con estas neutralidad, objetividad, científicamente virtuosas que tal vez no puede existir pero que hay que intentar recrear. Empezó a involucrar empatía, y sí – un profundo sentimiento de culpa.
Pero eso no es lo único que hace esta experiencia tan compleja en mi mente. Para agregar al bagaje emocional, cultural, de ese día, la percepción que esta beneficiaria tenía de su propio dolor tiene poco que ver con el hecho de que vive en la pobreza.
Ella siente la frustración de sus hijas ante las posibilidades limitadas que sus hijas tienen para visitar a su padre. Dijo que lo único que quiere es ver a su familia reunida. Es la separación lo que le duele; no el hecho de que esta separación los ha dejado en una situación económica vulnerable.
Y entonces estaba yo ahí, sentada con suficiente dinero para cubrir los gastos de esta mujer durante unos meses, preguntándome cómo manejar psicológicamente este hecho… Y después me doy cuenta de que no es en sí la pobreza lo que la aflige. Son las relaciones rotas. Son las complejas situaciones de conflicto acerca de las cuales todos asumimos cosas, pero conocemos muy poco.
Cada vez que pienso acerca de este día, se me ocurre un nuevo ángulo de análisis. Aprendo más sobre mí misma. Y me doy cuenta de que efectivamente estamos más cercanos a preguntar las preguntas correctas que a dar respuestas.
Fue durante eventos como éste, ratos con beneficiarios, que tuve que tomar una postura en el debate “¿debemos pagar para que se dé ayuda humanitaria?” Pero ése es un tema para otro post. Sólo quise escribir sobre el momento que me habría gustado compartir con todas las personas que conozco.
Créditos de imágenes: © ICRC/García Montes, Mariel
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