En uno de mis posts pasados, de hace un año, hablé del proceso de postulación al posgrado como una montaña rusa de emociones. Y bueno: a estas alturas ya no sé si esto dice más de mi vida emocional que del mundo, pero en mi primer año de posgrado, las subidas y bajadas de la montaña rusa se intensificaron.
Sobre las bajadas, diré que sí, la depresión invernal es un hecho, y sí, ya me compré la lámpara contra el Seasonal Affective Disorder y ya consideré la posibilidad de escapar de Boston en el invierno. Pero reservaré esto para otra ocasión.
Este mes cumplí un año como residente (o, mejor dicho, como non-resident alien) en Estados Unidos, y decidí escribir sobre las doce cosas que más he amado en mis primeros doce meses en Cambridge/Boston/Quincy, Massachusetts. Para mí, es un ejercicio de gratitud por lo que me rodea. Para quien sea que me lea, es una respuesta a las preguntas “¿En qué difieren Boston y la Ciudad de México?” (enfocándome en lo positivo de Boston), o “¿Qué has hecho este último año?” (enfocándome, nuevamente, en lo positivo que he hecho).
Nota: cada número tiene una apéndice, MHLT (un acrónimo para “me hace llorar todavía cuando lo recuerdo”). Y trato de enlazar a mis fotos pasadas en Instagram para no llenar este post de fotos.
1. La posibilidad de caminar sola en la noche, no importa a qué hora. O de día, no importa a qué hora. (Casi) sin importar qué traiga puesto. En Boston ya me atreví a salir en leggings y shorts, y puedo contar los incidentes de acoso anuales con los dedos de las manos. (Quienes me lean en México sabrán que allá las dos manos me alcanzaban para máximo tres semanas).
MHLT: saber que podía acabar de trabajar en el Media Lab a las 2 de la mañana y podía caminar a casa sin tener que hacer un plan de seguridad para irme.
2. La meca del consumismo millennial que es Trader Joe’s. Miren, sigo sin encontrar restaurantes que ame acá, pero seguiré subiendo de peso mientras Trader Joe’s venda crema de almendras, knackebrod, higos congelados, latas de curry y de berenjena griega, blood oranges y cerezas. Y chocolates rellenos de matcha y galletas cubiertas de chocolate con sal y, y, y.
MHLT: Jaja, no, todavía no me hace llorar la comida en Boston. Bueno. Tal vez lloré un poquito cuando vi que en Trader Joe’s venden Port Salut.
3. El agua. Especialmente el mar. No sé cómo es que siglos de civilización han logrado sobrevivir al desierto urbano que es la Ciudad de México. No sé qué voy a hacer yo cuando no pueda ir a caminar junto al río, o cuando deje de vivir a una cuadra del mar. Un conteo informal muestra que una quinta parte de mis fotos en Instagram el último año incluyen la presencia de cuerpos acuosos, así que no pondré más fotos de agua aquí.
MHLT: Las caminatas junto al mar con amigos, a solas. A unas paradas del metro cuando vivía en Cambridge; a una cuadra ahora que vivo en Quincy.
4. El milagro del conocimiento que son las bibliotecas. Las de MIT, las de Harvard, las públicas de las ciudades de Boston, Quincy y Cambridge. Es en serio: cuando me preguntan cuál es la diferencia más grande entre la UNAM y MIT, no tengo duda de que es el servicio de bibliotecas. No es una cuestión de acervo: es una cuestión de disposición y visión de servicio y conocimiento que en ninguna biblioteca de la UNAM vi.
En las bibliotecas de MIT he aprendido a reenamorarme del libro físico, de los periódicos; he estudiado; he tomado cursos de tecnologías nuevas para mí (cómo optimizar búsquedas académicas para hacer bibliografías anotadas, cómo usar GIS); he dormido en sillones que dan al río (y nadie me fue a chingar); he conocido a blibliotecarixs increíbles dispuestos a responder hasta mis preguntas más estúpidas y acompañarme en procesos enteros de investigación, y he ido a eventos de las wikipedistas de Boston (que, curiosamente, son bibliotecarias en mi escuela).
En las bibliotecas de Boston, Cambridge y Quincy he visto a gente de todas las edades explorar nuevos materiales, he visto cursos de todo (desde producción de TV hasta introducción a internet para tercera edad), he ido a conciertos de verano.
Las bibliotecas son un esfuerzo de crear espacios comunitarios alrededor de la cultura. Si hubiera nacido en Estados Unidos, no habría sido filósofa: habría sido bibliotecaria.
MHLT: Mi editatón favorito en la vida fue el de libros raros del archivo del MIT, donde pude tocar la primera edición de una de las cartas de Sinesio a Hipatía en impreso.
5. El espíritu del voluntariado y el hambre por el bien común. Todos me preguntan cómo es vivir en los Estados Unidos que votaron por el Celebrity Apprentice que odia a los mexicanos, a lo musulmanes y a las mujeres. Y lo cierto es que mentiría si no dijera que ha sido inspirador.
Después del funeral que fue la noche de la elección (y la resaca del día siguiente, uno de los días más tristes que viví en Boston), ha sido increíble ver los esfuerzos derramarse en protestas, oportunidades de voluntariado, festivales de ideas con mi gente en Berkman y en MIT. Y todo el trabajo de artistas políticos en Boston.
Agradezco que el Public Service Center de MIT haya confiado ciegamente en mí y me diera fondos para trabajar en una organización juvenil este verano haciendo un taller sobre tecnología y radio con adolescentes, donde también estoy mentoreando a una futura rockstar del radio y de la vida.
Que CoLab y D-Lab organicen talleres increíbles para jipis como yo. Que mi programa invierta tantos de sus recursos en la incidencia; que mi asesora, Sasha Costanza-Chock, activista que da clases en MIT, me deje trabajar y aprender con ella sobre justicia en el diseño y trabajo participativo. Ser aprendiz de activistas en la academia es un sueño hecho realidad.
En términos de tecnología y sociedad, estuve con Hack*Blossom en mi primera “caminata”, un formato de evento muy de acá, por las víctimas de la violencia sexual. He ido a un par de reuniones de Tech Solidarity, a un festival de emergency action, a una conferencia sobre imaginación cívica…
Todo esto me da para otro post que les estaré compartiendo cuando termine mi tiempo acá. Prometo que estoy compilando los formatos de evento más creativos y efectivos que he visto acá para tratar temas de tecnología y sociedad.
MHLT: Muchas cosas. Pero creo que una es recordar el día de la Women’s March — cómo el conductor o conductora del metro pasó junto a nosotrxs en el puente que llevaba al punto de reunión, tocando la bocina en apoyo. El tren también estaba lleno de gente con pancartas y sombreros rosas. Nunca antes vi algo así.
6. Los eventos sociales. La energía desbordante que hay para crear oportunidades comunitarias en Boston no es sólo para cuestiones de activismo. Quienes me conocen offline en México no creerán que el último año he ido a sinfín de fiestas de baile (de swing y salsa hasta bailes de Bollywood), a un kayaking social, los 99Fridays del Media Lab que francamente tienen los mejores temas para fiesta que he visto en cualquier lugar. Mi primera fiesta de Kentucky Derby. En general, la oferta cultural es tan amplia que he podido ir a eventos no-académicos que siempre había soñado.
MHLT: Tres cosas que nunca creí ver. Un trabajo de mi coreógrafo favorito porque lo interpretó el Boston Ballet (y nos dieron descuento en MIT, porque la vida es perfecta). Fui a un concierto de Jean-Michel Jarre. Escuché la presentación del nuevo libro de Arundhati Roy.
7. La facilidad capitalista de las compras en línea, y de la banca en línea que es gratuita y que sí sirve, porque soy una huevona y siempre he odiado ir a las tiendas y a los bancos. Y, en una parte menos irresponsable, las compras de segunda mano. Entre listados de Craigslist, grupos de Facebook, ventas de garaje, ferias de reparación y tiendas de segunda mano, Estados Unidos tiene una cultura de la segunda mano que quiero promover en México.
Quienes conocen mi tamaño no se sorprenderán por el hecho de que me sigue siendo difícil encontrar ropa, inclusive de primera mano, que me quede (entre el metro ochenta de pierna y los noventa kilos de cadera pues sí paso a valer un poquito de madres), pero he conseguido el 90% de mis libros, electrodomésticos y necesidades del hogar en segunda mano, y eso me hace feliz.
8. La oferta académica. ¿En qué consiste, más allá de las bibliotecas y las clases increíbles que he tomado? En poder tomar seminarios con los divulgadores de la ciencia, los eventos y talleres del Berkman Center, tener coloquios con rockstars como Alexander Galloway y Wendy Chun y Zeynep Tufekci y Marshall Ganz, en ir a fiestas que organizan los profesores en sus casas, los seminarios de Microsoft que están a diez pasos de mi laboratorio.
En la cantidad absurda de conferencias de temas de actualidad que hay en la ciudad, la agilidad de estos espacios para crear talleres y cursos y eventos sobre los temas coyunturales (como realidad virtual, inteligencia artificial, blockchain), los talleres aleatorios que tomé para reaprender a pronunciar nombres en chino o visualizar poemas.
En el seminario de filósofas feministas en MIT que me voló los sesos, las pláticas con los genios que son los estudiantes de doctorado, en ver a Chomsky en la calle y encontrarte a Robert Stalnaker en la sala de espera (no, no le dije nada porque no quería fangirlear durísimo).
MHLT: Darme cuenta en cada email de una profesora, en cada seminario, en cada respuesta a mis papers, en cada plática con mis compañeras, que sí es posible un mundo en el que honramos y nos interesamos por el pensamiento de la gente a nuestro alrededor.
9. Las oportunidades para el crecimiento personal. Agradezco que una mujer mágica haya empezado un instituto de liderazgo en MIT y nos haya regalado algunas de las sesiones de discusión y reflexión más ricas (y mejor facilitadas) de mi vida. Agradezco haber tomado un curso de meditación con una profesora muy aterrizada, y todas las charlas organizadas por chaplains de MIT para aprender de otras religiones sin tener que salir de mi ateísmo.
Las clases gratuitas en el gimnasio, el reto de fitness en MIT (el equipo con mis compañeras falló rotundamente pero nos obligó a movernos más), la oferta infinita de actividades desde burlesque hasta técnica de boxeo. Los cursos sobre comunicaciones efectivas y negociación hechos por círculos de mujeres. Los Furry Fridays en época de finales. El servicio médico increíble de la escuela en un país en el que el sistema de salud se quiebra.
MHLT: Que, en un año de montaña rusa en el que no he logrado comer o moverme de la manera en que debería, he tenido acceso a servicios médicos que me han permitido mantenerme a flote.
10. Boston es un epicentro social que extrañaré. A pesar de quejarme de la soledad que implica mudarse, he conocido a gente increíble con la que he tenido pláticas de sobremesa, caminatas de playa, viajes largos en auto.
Y he visto a algunas de mis personas favoritas que han pasado por Boston. Al menos una por bimestre, sí, porque la vida es perfecta. Y empiezo este nuevo año académico con el conocimiento de que 5 de mis personas favoritas están ahora haciendo posgrado en Boston también, y que algunos de mis mejores amigos están a un par de horas de donde vivo.
MHLT: Darme cuenta de que a Boston llegué, más que a otra cosa, a tener las pláticas que siempre quise tener. Con mis mejores amigos, con mis compañeras, y con mis nuevas personas favoritas. Con algunas hay selfies; con otras no.
11. Boston ha sido un gran lugar para ciertas cosas de mi bucket list. Fui sujeto de experimentación de fMRI, a metros de mi laboratorio, después de años de cursos de filosofía de la mente e intentos fallidos de participar en estudios en México. Aprendí a usar un snow blower y a patinar sobre hielo sin ayuda.
Viví con gatos (los tres tristes tigres) en un hogar multicultural, vivo a una cuadra del mar, visité una preparatoria estadounidense como la de las películas. Trabajé para una organización juvenil, he visitado un número récord de organizaciones comunitarias y hecho los tipos de voluntariado que siempre quise hacer.
MHLT: Ver la imagen en movimiento de mi cerebro. Ya sé, explosión de narcisismo, pero es un milagro de la ciencia que nunca deberíamos dar por sentado.
12. Que, con el paso del tiempo, vivir en Boston balanceando su opulencia y privilegio, la transparencia de sus procesos sociales y sus fallos me ha dado una visión más clara del México que quiero ver, y me hace añorar el momento de vuelta para importar algunas de estas 12 cosas, y extrañar algunas de las otras.
Si alguien quiere traficar camiones de crema de almendras de Trader Joe’s y necesita clientas, ya sabrán dónde encontrarme en un par de años.
Qué espectacular es Boston