Tanatofilia no suicida
Desde niña, la época de día de muertos es mi favorita en el año. Olor a cempasúchil en el aire, tardes oscuras y frescas, colores por doquier, rescate de tradiciones que valen la pena, pan delicioso con chocolate… y muerte.
Suena tenebroso, pero, desde niña, la muerte me fascina. Me fascina la variedad de reacciones que suscita en quien la ve. La imposibilidad de tener empatía con la experiencia fenoménica de quien agoniza. El verdadero misterio que rodea las discusiones sobre existencia y muerte.
Nunca sabré si esta fascinación casi morbosa nació cuando tuve que enfrentarla a una edad bastante temprana, o si más bien mi relación con la muerte es simplemente como la de algunos con el fútbol. Lo cierto es que, desde que tengo memoria, me encargo de los altares de día de muertos en mi casa; arruino conversaciones sobre muerte volviéndolas cátedra de eutanasia; y dejo que escenarios hipotéticos sobre la muerte guíen mis decisiones diarias.
Pero, en especial, pienso muy seguido en personas que han muerto, preguntándome qué sucede en los universos paralelos en las que ellas siguen vivas.
Y, hasta que participé en #GritaMuerteCero, nunca había pensado en alguien que haya vivido y muerto en la calle.
ABC de las interacciones humanas, canicas y calle
#GritaMuerteCero es una campaña de El Caracol, una organización mexicana dedicada al trabajo con poblaciones de calle y que, a través de su trabajo, ha enfrentado una realidad que el mismo no gobierno no logra registrar: la mortalidad en la calle.
Para celebrar la temporada de día de muertos, este año me uní a los talleres Chiras pelas, calacas flacas para hablar sobre causas de muerte en la calle. La lista de dispositivos de tecnología de punta que utilizamos:
– Un juego de canicas (de 3 cm de diámetro)
– Un par de rotafolios
– Plumones
– Materiales para ofrenda de día de muertos
– (Prescindible) Teléfono inteligente para documentar taller y registrar muertes en la base de datos
La consigna: acercarse a grupos de personas que viven en la calle y jugar canicas con ellxs. Era tan simple que el grado de complejidad me parecía asfixiante. ¿Cómo se acerca una a desconocidxs a jugar canicas así nomás?
Ángel Soriano, estudiante universitario que trabaja en campañas de El Caracol, me mostró cómo. Aquí va el secreto:
Saludando, apretando manos, y diciendo cómo te llamas para preguntarles después cómo se llaman ellxs. Estableciendo una conversación y, cuando la intuición lo marca, sacando las canicas para proponer un juego.
Me quedé sin palabras.
Levantamiento de datos y muerte
El punto del taller es hacer varias rondas de juegos de canicas, donde una canica siempre mata a otra, e ir inyectando discurso y reflexiones que llevaran a lxs participantes a identificar qué sí puede matar en la calle y cómo se puede prevenir.
Pero lo más importante tal vez del taller es que nosotrxs como talleristas podamos identificar quiénes han muerto en la calle este año, y quiénes de lxs participantes podrían morir si no reciben ayuda inmediata.
En esta parte entra el taller de la organización en que trabajo, SocialTIC, que acompaña a El Caracol en el proceso del levantamiento de datos. Es la única parte del taller que requiere dispositivos digitales, y también la que más me ha hecho reflexionar.
Durante mi estancia en los talleres en Pino Suárez, Barranca del Muerto y Tepito registré cinco muertes que ocurrieron en este año. Todxs eran de personas jóvenes, y la mayoría relacionada con consumo de sustancias. Una fue por cirrosis, y las otras se cree que por hipokalemia.
Me sentía como médico haciendo preguntas totalmente rutinarias. Por qué se murió. Dónde encontraron el cuerpo. Quién se llevó el cuerpo. Cuánto llevaba viviendo en la calle. Parecía que la mejor manera de recolectar esos datos era una fría, como si la muerte fuera un suceso más que ser registrado.
El teatro funcionó hasta que llegué a mi último taller en Tepito, donde varios participantes reportaron la muerte de Reyna, una joven de 21 años. Cuando empecé a indagar más, un chico de aproximadamente mi edad se me acercó para saber por qué me interesaba en la muerte de Reyna.
Reyna era su hermana, y murió en la calle en el barrio en el que él vive. No sé si yo podría narrar los detalles de la muerte de mi hermanito con la entereza con que él los narró.
Vivir para contarla
Parte de #GritaMuerteCero es dar un espacio seguro de duelo para las personas que enfrentaron muerte callejera mediante ofrendas y lecciones compartidas.
Sin embargo, también se trata de vivir para contarla. Es decir: las personas de la tercera edad no son las únicas que están muriendo en la calle, y no siempre mueren de enfermedad. Hay muchxs jóvenes que mueren, la mayoría por causas prevenibles con la canalización adecuada. Y El Caracol aprovecha estos talleres para entrar en contacto con quienes la necesitan.
En retrospectiva, veo con admiración el trabajo con estas poblaciones, pero creo firmemente que nosotrxs, lxs talleristas, somos lxs principales beneficiarixs.
Antes de los talleres, todxs cargábamos una serie de preocupaciones que la experiencia fue liberando. Por ejemplo: yo juraba que tardaríamos más en lograr la interacción deseada. Paradójicamente, lo que más tiempo nos quitó fue encontrar a los grupos que en la vida diaria nos esforzamos tanto por hacer invisibles.
Una brigadista decía que no sabía cómo iba a reaccionar en el taller, pues a ella le causaba mucho dolor ver a gente en situación de calle. Yo también temí episodios de empatía avasalladora.
Lo cierto es que hoy genuinamente puedo decir que mi relación con las personas que viven en la calle ha cambiado. Interacciones que antes me parecían imposibles hoy ya forman parte de mi rutina. Pero, principalmente, siento que hay esperanza, y que es una realidad que puede cambiar.
Al hermano de Reyna, yo le dije que ni modo: había que vivir lo que ella no pudo vivir, y que hay que echarle ganas. Él no dijo nada más: fue con una sonrisa melancólica que me contestó más de lo que yo le podría decir antes de morirme.
Qué suerte tenemos de vivir para contarla.
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